Máquinas que Bailan como Samba

No diseñé máquinas para ganar dinero, sino para hacer que sientas el latido del Carnaval de Río al girar los rodillos. Crecí en Chicago como hijo de inmigrantes nigerianos y un diácono adventista; aprendí que la suerte no es azar, es ritmo. Mi laboratorio usaba patrones de tambor afro-brasileños y mapas de seguimiento ocular, no ecuaciones. Las recompensas de Skinner no atrapan: honran el pulso. Ganar no es pago: es un crescendo. El ritmo lo hace justo.